Selva, montaña y frío en el interior del Estado de Río de Janeiro

Río de Janeiro es una gran ciudad, tanto en tamaño como en contenido, eso es cosa sabida. Pero, a pesar de ser un gran núcleo receptor de turistas, es una especie de isla, en tanto en cuanto llegan y salen aviones cargados, sin que apenas nadie se anime a conocer mejor el territorio circundante, más allá de Maracanã y Niterói. Hoy nos vamos a la sierra.

Río es la capital del estado homónimo, que divide su territorio entre una costa tropical y, a pocos quilómetros, una serranía húmeda y agreste que nada tiene que ver con los tópicos playeros cariocas. Debemos viajar hacia el norte, dejando atrás la gran conurbación de la Zona Norte y, más allá de Duque de Caxias, atravesar la llamada Baixada Fluminense hasta el primero de nuestros destinos: Petrópolis.

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La lejana Serra dos Órgãos desde la bahía de Guanabara

Petrópolis es una ciudad enclavada en la espectacular sierra que separa el planalto del interior de la costa atlántica, y que supera el cuarto de millón de habitantes. Surgió en la ruta entre Río y Minas Gerais como el apacible capricho de los dos emperadores de Brasil, y se convirtió en el lugar de descanso de la aristocracia y la élite brasileñas hasta mediados del siglo pasado.

Petrópolis, Teresópolis y Nova Friburgo son las capitales de la sierra

El origen de Teresópolis (anteriormente un quilombo y luego una fazenda) también está ligado a la ruta hacia Minas y a la atención de la familia real. Su principal atractivo es sin duda el parque natural de la Serra dos Órgãos, con su mata atlântica y sus imposibles picos, más desarrollados que sus hermanitos de la capital. Es la capital del senderismo y del alpinismo brasileños.

En Nova Friburgo puede parecernos que hemos llegado a las bajas estribaciones de los Alpes. Veranos suaves y húmedos, inviernos fríos y secos; casi mil metros de altitud; casas de aspecto alpino, herencia de la primera campaña de colonización brasileña de 1824 (no en vano la ciudad lleva ese nombre y entre sus habitantes abunda el tipo rubio de ojos azules). Antigua zona cafetera, hoy alberga un paisaje agreste y atractivo.

Como conclusión, yo os animaría a alquilar un coche, salir de la ciudad y sumergiros en la realidad fluminense de la sierra. Tal vez no haya mucho patrimonio de la humanidad por aquí, pero tendréis algo mejor: otra imagen completamente distinta de Brasil y su gente, imagen alejada del tópico y no peor, desde luego. Y todo a menos de cien kilómetros de Río.