De los muchos pasos de montaña que unen Asturias con León, el Camín Real de la Mesa que discurre en parte por los concejos de la Reserva de la Biosfera de Las-Ubiñas-La Mesa, es uno de los más espectaculares y antiguos. Su origen se rastrea a partir del último cuarto del siglo I a.C. y hasta el siglo XIX fue una de las vías de comunicación más utilizadas entre Asturias y La Meseta. El viajero puede seguir aquí las huellas de la historia y también las uno de los animales más emblemáticos de la fauna cantábrica y que da nombre a la Senda del Oso, una pista peatonal y cicloturista que aprovecha la antigua caja del ferrocarril minero que circuló por los valles de la Cuenca Hidrográfica del Río Trubia a comienzos del siglo pasado.
El Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa con una superficie de 45.162 hectáreas se sitúa en el área central de la Cordillera Cantábrica y está integrado por terrenos de los concejos de Teverga, Quirós y Lena (la totalidad del concejo de Teverga, la parte de Quirós al sur del río del mismo nombre y una estrecha banda montañosa al sur del concejo de Lena).
Esta Reserva es la más “joven” del Club de Producto de Reservas de la Biosfera de Asturias. La declaración como Reserva de la Biosfera se firmó el 11 de julio de 2012 y su espacio coincide con el Parque Natural de Las Ubiñas–La Mesa, declarado como tal en 2006 como ampliación del territorio que inicialmente (año 1994) había sido incluido en la Red Regional de Espacios Naturales Protegidos bajo la figura de Paisaje Protegido de Peña Ubiña. La variedad de paisajes que presenta este espacio varían desde las crestas de Las Ubiñas que alcanzan los 2.400 metros de altitud, hasta los valles fluviales del Lindes o del Ricao. La variedad de paisajes de esta zona ha condicionado una explotación de los espacios basada mayoritariamente en la ganadería. La ganadería trashumante estacional es el sistema más utilizado aún en la actualidad. El paisaje nos ofrece la presencia de vacuno quue, al igual que el hombre, sigue conviviendo con algunas de las especies más representativos de la fauna cantábrica: el oso pardo, el urogallo cantábrico o el águila real. El patrimonio arqueológico y etnográfico, así como el mantenimiento de los usos tradicionales de la tierra, constituyen valores añadidos a los ya mencionados elementos naturales.